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Les voy a cantar una historia

DO....dormido en el tiempo muerto de la REalidad, MÍa, tuya, de nadie, de todos. FA...fantaseaba con la paz, él, el joven SOLdado proveniente de LA Ciénaga, ese lugar en el que hasta las balas son apologías SInfónicas de la DOminación.


Pronto los disparos y las bombas se convierten en canciones y sonidos que trasmutan todo: el dolor en pasión y la sangre en claves de sol que marcan el compás de una canción…de la música, que no es más que esa cura indómita que permite al lenguaje dinamizar las formas en que los colombianos afrontan el conflicto e imaginan la paz.


La casa de los sueños


Érase una vez, en un lugar muy muy lejano, unos niños que añoraban una casa en la que los sueños se hicieran realidad. No obstante, la bruja malvada se llevaba a sus compañeros más queridos hacia lugares inhóspitos en donde la droga y la delincuencia se convertían en un paliativo que contrarrestaba la soledad. Una soledad heredada de sus padres, hombres y mujeres desplazados por la violencia en su región.

Los niños seguían creciendo y cada día que pasaba, se llevaba consigo la esperanza. Un día apareció un ilustre caballero hidalgo que dese hace algún tiempo se dedicaba a las artes musicales y quiso llevarles a los pequeños una ilusión de vida y paz.


Desde entonces, cada semana, un bus recogía a los niños para llevarlos a una casa de ensueño, la reconocida Academia de Artes Guerrero. Los niños podían elegir entre el teatro, la danza y la música. Ellos siempre prefirieron los sonidos.


Las distancias entre la academia y el lugar donde vivían los niños, hacían que algunos se desanimaran y desistieran de las clases. Entonces, el maestro, muy asustado pensó:


-¿Cómo podría ayudar a estos niños?


De repente, a su mente llegó una idea. El daría los materiales necesarios para la construcción de la casa donde los sueños se hacen realidad. Muchas manos se unieron para darle vida a este espacio de vista esplendida, que se magnifica cuando cae la noche. Desde entonces, el son se inspira en la Bellavista.


Son de Bellavista, es un grupo que creció en esta casa de sueños. Donde los ritmos del pacífico exponen su realidad y les dan la oportunidad de escapar del miedo, la tristeza y la soledad. Para John Freddy, el marimbero, la música puede hacer que los jóvenes tengan un proyecto de vida, diferente al robo y la violencia.


Para los integrantes del grupo estudiar arte era parte de su imaginación. Sus recursos eran limitados y el acceso a una academia que les permitiera desarrollar habilidades musicales era casi imposible. Pero después de que se construyó la fundación en el barrio Bellavista, estos proyectos de vida se materializaron.

Hace cuatro años que este grupo se consolidó. En él participan ocho personas que consideran que la música del Pacífico capta la atención de las personas por la melodía de la marimba. Tras varias presentaciones en Bogotá, el grupo se sumerge en un viaje en donde de la marimba se conecta con el bongo, el coronero, el wasa y las cantadoras, hasta que el público estalla.


El Wasa, ese instrumento que suena como el agua, es interpretado por Jenny Bermúdez. Ella no veía la música como proyecto de vida, sin embargo, hace 10 días decidió que su camino está en el arte y que no hay nada como trabajar en lo que uno quiere.


Así la historia de estos niños, que ahora son adultos, se convirtió en un cuento de hadas. La madrina no solo les concedió la posibilidad de aprender música, sino de compartirla en otros lugares del mundo.


Hace poco fueron llevados a Noruega con todos los gastos pagos y tocaron para los fríos habitantes nórdicos del viejo continente, quienes al escuchar los sonidos de los instrumentos musicales inmediatamente se transportaban a la costa pacífica colombiana.


Las puertas se siguen abriendo y pronto Julián Maturana, la voz líder del grupo tendrá la oportunidad de estudiar producción digital en Oslo. Para él, el músico se convierte en un ejemplo para su comunidad, de esta forma los jóvenes se alejan del mundo de la violencia y son capaces de demostrarles a las personas cuán lejos pueden llegar al conjugar la disciplina y los sueños.


En definitiva, para pensar en una sociedad en busca de la paz, se tiene que replantear el modelo clásico de educación. La historia de Son de Bellavista, demuestra que cuando un joven practica una disciplina o un arte, en este caso la música, se escapa de ciertos patrones sociales como la delincuencia y la drogadicción. Por lo tanto, una educación con un buen componente artístico contribuye con el fortalecimiento de tejido social.


Sobre música
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